sábado, 3 de diciembre de 2011

LARGO ADIOS A LOS MICROS




En junio de 2006, durante la cena de cierre del Encuentro de Microficción en Buenos Aires, alguien me decía (orgulloso) que los microcuentistas éramos una raza distinta, porque todos éramos amigos y nos apreciábamos, cosa que no existía en otros géneros literarios. Esta persona tenía razón, y yo me sentí feliz de pertenecer.
El tiempo pasó (porque tiene esa costumbre), y el elenco de microrrelatistas creció hasta límites inimaginables. Hoy en día es difícil no encontrar a alguien que no escriba microficción. En Latinoamérica, semana a semana, mes a mes, se llevan a cabo todo tipo de congresos, mesas de lecturas, presentaciones de libros, concursos (absurdos en su mayoría) y muchos etcéteras. Yo quiero tener un millón de amigos, no se cansa de cantar Roberto Carlos. Sospecho que los microrrelatistas están muy cerca de cumplir con el mandato de la archiconocida canción.
¿Por qué ha pasado esto? Un fenómeno tan masivo quizás debería ser materia para psicólogos y sociólogos. ¿Por qué estas personas no escriben novelas o ensayos? Pienso, y tal vez me equivoco, que el cultor de textos brevísimos necesita (como el agua y el aire) de la aprobación permanente, de la palmada en la espalda, de los aplausos diarios (publican frenéticamente en blog, páginas web, redes sociales). El novelista, en cambio, es como un trapecista sin red, intenta su número sabiendo que puede caer y salir lastimado. Al microrrelatista, por su parte, me lo imagino vestido de payaso, sujeto por la cintura con cuerdas seguras, caminando por una cuerda floja que no representa el menor peligro (abajo sí está la red salvadora, por si fuese poco). Si no cae obtendrá los aplausos, y si resbala y se desmorona también.
Entonces, ¿cuál es el arte verdadero? Imagino la cara del trapecista sin red, viendo cómo el payaso se lleva los mayores aplausos. Él, que durante años entrenó tanto, se esforzó tanto, que ha tratado de imitar a los mejores, se sentirá indignado. Pero no puede manifestarle su malestar al dueño del circo, no puede compartir con nadie su sentimiento de injusticia, porque lo tomarán por soberbio, o por envidioso. Le quedan pocas cosas por hacer: bajar la cabeza y aceptar que se celebre la mediocridad de otro, disfrazarse él también de payaso, o abandonar el circo.
Dejemos descansar al trapecista y volvamos sobre los cultores de la brevedad extrema. Son cientos, son miles, siguen reproduciéndose como conejos (sin tener el encanto de Bugs Bunny). ¿Es arte aquello que puede ser llevado a cabo por tanta gente? Una pregunta que no sé o no quiero responderme. ¿Acaso el arte no implica un mínimo de dificultad para lograr algo bello o conmovedor? Yo lo entendía así, pero lo que pude observar a lo largo de estos últimos años es que todos los microrrelatos parecen ser buenos, porque se los aplaude en los congresos, porque reciben comentarios favorables en redes sociales, en blogs y páginas web. No sé si a alguien más le ocurrió lo mismo, pero algunas veces he sucumbido ante la presión que da la amistad, y tuve que tildar de excelente algún texto que me parecía horroroso. Me niego a hacerlo nuevamente, por respeto a lo que yo considero arte, y más aún por respeto a lo que yo considero amistad.
En mi primer libro de microrrelatos escribí que la creación de historias breves representaba para mí un juego, el juego más divertido, SERIO y apasionante de los que me había tocado participar en toda mi vida. Había leído y releído a los más grandes cultores del género, y soñaba con escribir historias así. Fue emocionante conocer en persona a Brasca, a Shua, a Lagmanovich, y disfrutar de su cercanía y amistad. Ídolos a imitar. Trabajadores de la palabra en estado puro. Ejemplos a seguir. Me recuerdo tirando cientos de textos a la basura. Me recuerdo en un café de la plaza Congreso, enojado conmigo por no poder encontrar un final mejor para un micro. Me recuerdo escribiendo cinco versiones distintas de un mismo tema, para finalmente desechar todas. No hubo juego más divertido, ni más complejo, ni más atrapante. Un juego en el que la única regla era exigirse al máximo para contar la mejor historia posible, la mejor de todos los tiempos (aún sabiendo que era imposible). Intentarlo. Hoy es un juego en el que la presencia de tantos participantes me marea y me aturde, donde las reglas no son claras (quizás no las hay), donde todos se creen Maradona con la diez en la espalda (y de hecho lo son). Un juego donde no hay exigencias de ningún tipo, donde no hace falta transpirar la camiseta, donde el triunfo (los aplausos) es seguro.

En unos años más, todo el planeta será el escenario de este juego. Estaremos rodeados de artistas-jugadores, todos dignos de respeto. ¿Habrá lectores para todos? ¿Se leerán entre ellos y con eso bastará? Desganado, aburrido, estoy al borde del campo (a no confundir aburrimiento con desprecio). Me convenzo, no sin cierto pesar, de que nadie notará la falta de un participante más. Entre bostezos, parto en busca de otro juego, uno donde las posibilidades de fracasar sean elevadas. Si voy a fracasar, que sea en busca de una causa grande, y rodeado de unos pocos pero verdaderos amigos. Quizás el arte verdadero tenga que ver con eso: elegir un camino difícil, enfrentar los obstáculos, y al final escuchar el aplauso sincero del artista obstinado y soñador que llevamos dentro. Éxito o fracaso no importan demasiado cuando se ha entregado todo.

16 comentarios:

BB dijo...

Qué puedo decirte, Orlando, si yo no soy escritora, si solo me nutro de lo que ustedes vierten aquí, cada día. Me gustan los micros, porque soy una turista inocente y como tal, me divierten, me asombran. ¿Te iremos a perder? Eso me entristece.
Te abrazo
BB

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Querido Orlando, has pasado de denunciar la decadencia del microrrelato (tu post anterior) a abandonarlo. No imaginé que de esa fuera la evolución. Sabes que yo también he escrito contra la banalización del microrrelato, sobre la cara y cruz de su brevedad y la nula exigencia literaria de que adolecen muchas piezas mal llamadas "microrrelatos". Por eso comprendo bien tu hastío. Sin embargo, me sabe mal que ese sea (o lo parece) el motivo de tu despedida. En cualquier caso, sigue recibiendo un fuerte abrazo desde el sur de España.

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Últimamente, Orlando, se respira ese ambiente de cansancio.

Me acuerdo de las palabras de un novelista como Alberto Olmos, quien desprecia en cierta medida tanto la poesía como el relato y no digamos ya el microrrelato. No entra a valorarlos en su calidad o pretensión artística, sino únicamente en su dificultad. Explica Olmos que mientras un cuento o una poesía se escriben en una tarde, mientras escribes una novela te mudas tres veces, te deja tu novia y se muere tu padre. La dificultad aquí se sitúa en la constancia en la escalada, cosa que no sucede en otros géneros.

El microrrelato -como la poesía- parece estar poblado de gentes que piensan: "esto te lo pules en dos minutos", a lo que ayuda la actitud completamente acrítica de los lectores y comentaristas de micros y, en no menor medida, los jurados de certámenes que premian cualquier cosa.

Sinceramente, me la sopla. Me considero escritor. No microrrelatista ni guionista ni novelista ni dramaturgo ni poeta. Trato de conseguir, dentro del género que sea, que mi trabajo tenga un nivel estético y artístico. Desde que me relacioné con otras personas que cultivan microrrelatos, me asombró que lo percibieran como un género exclusivo y cerrado cuando para mí no es más que otra faceta de ese todo que es la literatura y al cual, como seguro que alguien dijo, he sacrificado mi juventud y mis horas.

Puede que algún día, tal y como acabas de hacer tú, me retire del género, pero te aseguro que no será ningún drama; sencillamente necesitaré de otros géneros para expresarme.

Mientras tanto, personalmente y junto a mis compañeros de la Internacional Microcuentista, seguiré intentando dignificar el género con la seguridad de que en un futuro, cuando la "moda" del microrrelato haya tocado a su fin, se distinguirá perfectamente lo que era arte -lo que requería esfuerzo, actitud, talento y mensaje- de lo que no era más que una moda pasajera.

Salud. Y buena caza.

Rocío Romero dijo...

Orlando,
no sé muy bien qué decir. Yo empecé a escribir microrrelato hace unos dos años y medio después de varios años de escribir sólo relato.
Lo que dices de que la amistad a veces obliga y de que el número de microrrelatistas no deja de crecer es cierto, pero por otro lado tu decisión -que me parece tan respetable como cualquier otra- me deja algo perpleja. No comprendo que una persona que, me consta, ama el género y que se ha dedicado a él con cariño y buen hacer, vaya a cambiar de rumbo por culpa de que haya muchos otros que traten de hacerlo y lo hagan mal (o lo hagamos mal, no me estaba excluyendo sino generalizando).
Creo más bien, que el género necesita de escritores que no lo desvirtúen y que velen por su salud a largo plazo puesto que está claro que a larga serán los que queden.
Por favor, disculpa la intromisión, pretendía ser un comentario-abrazo ;-)

Daniel Sánchez dijo...

Creo que tienes toda la razón. Yo también decidí dejar en comentar en muchos blogs para evitar esa palmadita amistosa.

Sin embargo, creo que el problema bien más bien desde arriba, desde las editoriales que apuestan por libros de microrrelatos que a mi parecer se convierten en algo pesado y nada divertido. Eso sí no todas, porque hay libros de microrrelatos publicados muy muy divertidos y entretenidos.

Creo que una de las opciones es sólo leer los microrrelatos de cada blogger y evitar comentarios "amistosos" y sólo comentar en aquellos que de verdad a uno le sorprenden de verdad.

Unknown dijo...

Siento un tanto injusta la apreciación del micro relato como algo que pierde trascendencia únicamente debido al número de autores que publican en las redes.
Sería un tanto como decir que la pintura carece de valor por haberse pintado tantas obras.
Siempre habrá niveles.
Se pudiera decir que por tanto micro publicado es algo facilón o de poca exigencia, y tal cosa estaría en lo falso pues el arte grande es acerca de calidad precisamente ,no de cantidades, como en la forma de expresión que sea. De no verse así, entonces todos somos genios.
Existen joyas el el micro de Cortazar, de muchos de los clásicos incluído Cervantes, y por igual de autores contemporáneos.
Si en particular nos lees a cualquiera de los que publicamos en la red, con un esfuerzo en la mayoría por lograr producir piezas de valor; para ser honesto no logramos medalla de oro en cada intento, precisamente porque lograr un buen micro es un poco como encontrar una joya literaria, no menos valiosa debido a su tamaño, es tan difícil, que incluso los grandes maestros no abundan en obras exitosas en éste género , así nomás a lo facilón, como lo planteas en éste artículo.
Pero si se ponen a leer todos los blogs de micros van a encontrar piezas de excelente creación.
Evito dar una lista de nombres para no omitir injustamente a alguien. Mi enorme respeto dejo para todas ellas y ellos, quienes con su talento aportan en la red un valor muy especial y disfrutable.

Rosana Alonso dijo...

Así como en tu entrada anterior estaba de acuerdo en algunos de los temas expuestos en esta no puedo decir lo mismo. Con todos mis respetos, me queda todo muy confuso, no acabo de entender tus motivos. Me da la sensación de que has escrito bajo el impulso del momento,con mucho componente emocional y mucha pasión.
Yo no creo que ayude al microrrelato decir o dar a entender lo que tanto dicen ya otros, que para cuándo una novela, que cuándo algo serio...

No sé, no te molestes, pero te recomendaría pensar un poco, dejar enfriar tu enfado y luego ya decidir lo que vas a hacer.
En cualquier caso, nada es definitivo ni cerrado.

Un saludo cordial

Y es un poco extremo pensar que como ya hay mucha gente pues me voy...como han dicho en otro sitio, entonces mucha gente dejaría de escribir también novela, poesía...porque ya hay muchos escritores noveles y consagrados, me da igual. Hay consagrados que escriben auténticos truños y se los publican y los venden, y muy buenos textos esperando en un cajón o en un archivo del ordenador de inéditos (y conozco al menos dos casos, si no más).

Rosana Alonso dijo...

Se me olvidó antes un detalle.

Cuando hablas de exceso de congresos, de simposios, de jornadas, de libros editados, a muchos lectores no argentinos nos extraña porque en España el microrrelato no goza del mismo aprecio que en Argentina. En España sigue siendo un género que a las editoriales les da miedo publicar, sobre todo si es de inéditos o no consagrados o escritores con al menos un libro ya publicado.
Páginas de Espuma y Menoscuarto publican sí antologías y libros de microrrelatos pero de consagrados o casi consagrados.
A inéditos que es de lo que he entendido que te quejas apenas publican dos o tres locos (geniales). Lo que pasa es que esos 3 o 4 libros de microrrelatos que se puedan publicar en un año parece que suenan mucho, por internet , por facebook pero en conjunto no se editan tantos libros como en Argentina.

Saludo

Jesus Esnaola dijo...

Como dice Antonio, me ha sorprendido un poco tu evolución de la denuncia a la rendición. Comprendo tu hastío y me parece muy bien que te apartes de la blogosfera si no te compensa. Pero no dejes de escribir, Orlando, por favor.

También comprendo muy bien lo que dice Daniel, un escritor comprometido con el microrrelato como género literario, un trabajador incansable de la brevedad, un verdadero artista del entretenimiento y la diversión.

Abrazos

Rosana Alonso dijo...

Quería hacer una aclaración, en España las antologías de las editoriales que mencioné son las únicas que sí que incluyen a inéditos y no consagrados en sus recopilaciones. Casi la única manera de darse a conocer si no se consigue publicar.

Saludo

David Moreno dijo...

Empiezo diciendo que es una opción personal de Orlando a la que no nos queda más que respetar y aceptar.

Otra cosa es que la comparta.

En parte imagino que a uno le gusta ser el único (entiéndase parte de un grupo selecto) que acapara este mundillo. Y cuando ves que hay tanto seguidor te desinflas. Ha pasado en otros sectores de la cultura. Sólo la queremos para "nosotros", no para los demás.

El camino no es la rendición. ¿por qué abandonar cuando existe un mayor nº de seguidores? Ellos no tienen la culpa.

Sí la tienen, editoriales, jurados, medios de comunicación, que se empeñan en realzar como obras maestras lo que no lo son.

Así animo a los ilustres de este género a no decaer, a mostrar la dificultad que existe en la creación de un buen microrrelato. Sólo así llegara un día que se separará el grano de la paja.

Con mis respetos.

Un saludo indio

Gemma dijo...

Personalmente, me imagino que sólo podría dejar de cultivar el género si se diera el caso de que este me abandonase a mí, y no al revés, como entiendo que pretendes hacer. Espero que, por esa razón, tu distanciamiento no sea definitivo, y que se trate más bien de una decisión temporal, fruto del hastío que creo que sientes...

Abrazos fuertes, Orlando. (Y hasta muy pronto)

Narrativa Breve dijo...

No acabo de entender la argumentación quejumbrosa del post. ¿Muchos y malos cultores del microrrelato? Qué le vamos a hacer. Somos seis mil millones de personas en el mundo y quien más y quien menos hace sus pinitos en asuntos para los que no está demasiado dotado. (Al final y al cabo, vivir es fracasar). Hay millones de personas que maltratan un balón de fútbol, aporrean la guitarra o pergeñan microrrelatos al peso. Pero solo hay un Messi, un Monterroso o un Eric Clapton. Renunciar a la búsqueda de la excelencia porque abunda la mediocridad es otra forma de mediocridad.
Saludos cordiales aunque discrepantes

Fernando Valls dijo...

Querido Orlando, hoy por hoy, la poesía, la novela y el cuento tienen muchos más cultivadores que el microrrelato y muchos de ellos son medianejos. No es ese el problema. El auténtico problema estriba en la escasa exigencia de muchos autores, la falta de lectores y la poca atención que le presta la prensa cultural y la crítica.
Pero si lees un libro de reciente, como `Teatro de ceniza´, de Manuel Moyano, verás que el género sigue produciendo libros excelentes. Aprovecho la ocasión para anunciar que durante este año aparecerán en Menoscuarto los nuevos libros de microrrelatos de Julia Otxoa y Ángel Olgoso, dos autores importantes. Y una nueva colección española, dedicada en exclusiva al microrrelato, arrancará nada menos que con el nuevo libro de Raúl Brasca. Abrazos.

Sergio Cossa dijo...

Ops... yo dejé de escribir novela, cuentos y relatos para pasarme al microrrelato (y otras brevedades) porque estaba harto de ver la pésima calidad y multitud de escritores (de aquellos géneros) en el mercado...
Bah... en realidad, en los microtextos encontré, al menos por ahora, la mejor forma de expresar lo que me sale.
Un saludo.

Orlando Romano dijo...

Es cierto lo que dice Fernando: siempre habrá libros estupendos. Pero lo que terminó de cansarme es el bombardeo constante de congresos, mesas de lecturas, Encuentros y muchos etc donde cualquier paracaidista se presenta a leer textos lamentables. Creo que esto atenta contra el género, y en el futuro le hará más mal que bien. Otra historia son los sitios de internet, concursos etc donde se difunde el género, sin las menores exigencias. Ante la prensa cultural, quizás el género se vaya devaluando, y los únicos perjudicados serán aquellos que realmente escriben bien (no lo digo por mi). En cuanto a mis producciones, ya no me preocupa si están bien o mal, eso me tiene sin cuidado. Mi deseo como escritor siempre fue escribir, que me lea mucha gente, y que mis libros se vendan. Y todo ha salido así, por suerte. En febrero saldrá en Nueva York mi último libro de micros, y quizás sea el último que le dedique al género. Ahora apenas escribo lo que me sale. Un gran saludo a los que me aprecian y a los que no, a los que comparten mi postura y a los que no. Ya escribí mucho por hoy, abrazos.